JOSE LUIS MARQUINA - PADRE
Poniéndome nostálgico recuerdo mi primer contacto con el “mundo del derecho”. Allá por el año 1974, con apenas 14 años, me encontraba trabajando con mi padre en la recolección del mimbre. Aquella mañana, colocaba las gavillas en lo alto del camión, cuando de pronto, éste perdió el freno de mano y ambos nos dirigíamos colina abajo. ¡Qué momento! mi padre y sus compañeros me gritaban que me tirase del camión, y es que no tenía otra alternativa. Salte. Como consecuencia: varias fracturas en el brazo, y dando gracias.
Hace casi 50 años, considerar una indemnización era algo impensable, y mucho menos ir contra la mano que te daba de comer. Pero el destino quiso que pasadas unas semanas llegase a casa con una considerable cantidad de dinero que me había entregado el gerente de la empresa con motivo del acuerdo alcanzado con el mismo. Eran circunstancias tan inusuales que mi padre no quería coger el dinero por miedo a una posible repercusión en su puesto de trabajo. Cosa que nunca sucedió.
Parece que desde entonces mi destino estaba claro, quería ser abogado, pero la situación familiar lo impedía, aun así, nunca pude abandonar esta ilusión. Ya en Madrid, casado y con un hijo, tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: seguir mi vocación y conseguir mi sueño.
El camino para conseguirlo no fue fácil, pero echando la vista atrás, lo recuerdo con mucha alegría. Compaginé el trabajo como conductor en la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT) con la asistencia a la facultad, estudiar y ser padre.
El resultado de muchas noches sin dormir hace que me sienta muy orgulloso de todo este esfuerzo, también de aquellas mejoras que conseguí para mis entonces compañeros, como que los estudiantes de carrera pudieran disfrutar de permisos retribuidos o cambios de jornada para asistir a los exámenes, o de los pequeños aseos privados instalados en las cabeceras de cada línea. Ésta, ha sido parte de la impronta que pude dejar en mi camino por la EMT.
Comencé alternando el trabajo en “la rosca”, como yo la llamo, con los primeros casos que me encomendaban confiando en mi persona, hasta que me lancé a pedir una excedencia y dedicarme de lleno al mundo del Derecho, la ilusión de mi vida. De esto hace ya 23 años, y aquí continúo, defendiendo los derechos al servicio del ciudadano.
JOSE LUIS MARQUINA - HIJO
En todos los grupos está el graciosillo, el empollón, el pasota, el mediador…. ¿adivinas cuál era mi papel?
Desde bien pequeñito me gustaba ayudar en cualquier situación, incluso en las peleas, donde mediaba, apaciguaba los ánimos y proponía una solución lo más justa posible para ambos.
Cuando llegó la hora de elegir la carrera mis padres me dijeron, por activa y por pasiva, que no tenía por qué seguir los pasos de mi padre; finalmente, presente los papeles sin mostrarles mi elección. Lo apostaba todo a una: DERECHO, en todas las casillas, y hasta fuera de Madrid.
En mis años de facultad ya comencé a “trabajar con mi padre” compartiendo algunos de los casos prácticos. Esto hacía que juntos lográsemos una sentencia favorable con pronunciamientos totalmente diferentes a los dados por los profeso- res, que resultaban igualmente válidos, y porqué no decirlo, aplaudidos por los mismos.
Tras el paso por la Universidad Complutense de Madrid, comencé un largo y duro camino de seis años como opositor al Título de Notario. Gracias a esta experiencia de innumerables horas de estudio y que tantísimo esfuerzo conlleva, he logrado una disciplina y conocimientos que únicamente aporta este tipo de oposiciones.
La recompensa a este duro camino ha llegado mediante suculentas ofertas de importantes firmas de Abogados, pero todas ellas han sido declinadas por una sencilla razón; mucho sudor llevo a mis espaldas como para que sean otros despachos los que obtengan el rédito de mi formación. Y, sinceramente, prefiero que sean las propias personas que confían en nosotros las que se beneficien de tanta preparación, dedicación, esfuerzo y sacrificio. Además, deseo y quiero compartir el camino con mi mentor, mi padre; en un entorno distendido, donde las grandes alhajas de los despachos no sean lo primordial, sino que imperen y primen las personas, el trabajo, la sinceridad y la humildad.